La otra cara de la moneda
Las
relaciones amorosas en los últimos tiempos en esta parte del mundo están
dejando una estela de hechos que han venido a parar en lamentaciones para la
familia y la sociedad en sentido general por situaciones sangrienta muy
difíciles de entender y que a veces uno solo llega a decir “toco madera”, en
clamor de que nunca pase a nuestro alrededor.
Pero al
observar algunas actitudes masculinas que sobre esos hechos se dan, donde la
mayoría tienen que ver con la decisión de las féminas de no seguir o abandonar
algunas relaciones, me he puesto a pensar sobre el sentido de propiedad y la
licencia que tenemos los hombres para poder actuar a espalda y al frente de
dicha relaciones.
Recuerdo,
pensando sobre el sentido de propiedad que tenemos los hombre con las mujeres o
compañera de relación, que siendo un trabajador de la distribuidora local de
energía, un una ocasión tratando de normalizar un servicio residencial cuando
la persona encargada de la casa sale a ver nuestro operativo para que no le
corten el servicio, ella toda sensual y atractiva, con vestimenta de dormir
transparente exige verme como encargado del operativo. Entre peticiones de ella
y bebedera de agua nuestra, porque pedíamos el preciado liquido para poder ver transitar
de nuestra buena vista, logramos eficientizar el servicio.
Tiempo
después, por comentario entre “amigos” masculino, esta acción nos trajo como
consecuencia una enemistad gratuita, porque dicha dama era a la sazón la
compañera de un conocido nuestro residente en el exterior la cual no tenía una
placa de identidad ni él la hacía ver como la misma socialmente.
Otro hecho
le paso a un amigo, que al revizarle el teléfono a su esposa ve que una persona
le esta coqueteando la misma y decide hablarle al intruso en primera persona
llamándole la atención de sus acciones. Este relato me impacto por la forma en
que este le reclama a su competencia y por la confianza en que el me conto los
pormenores del mismo.
Ambos hechos
me pusieron a pensar sobre ese sentido de propiedad, conociendo a ambos
sujetos, el de la dama dormilona y el del telefonista oculto, “amigos” estos que
a la hora de conquistar y enamorar, bajo el deseo y la licenciatura
masculina, no son nada católicos.
Esto así
porque ¿Es solo a mí que me gusta mi compañera como hombre? Soy yo el único que
puede ver los atributos de ella? No está ella expuesta a ser enamorada en el transitar
de nuestras calles de Dios? Tiene ella
una placa en la espalda y en la frente que la haga identificar como de
propiedad ajena? No piropiamos, cortejamos e insinuamos enamoramientos a una
mujer transeúntes cualquiera cuando pasa cerca de nosotros, ella toda despampanante, armoniosamente
sintonizando su contoneo? No brincamos palizadas, camas y cabañas en amores escondidos
y/ o jondiandos par de tiritos? No somos algunas veces sorprendido con mensajes y llamadas? No buscamos
tener siempre una muleta por si las mosca se empantan? Y si fueran ellas lo hicieran qué?
Todas estas
preguntas y más han reventado mi cabeza por largo tiempo al ver tantas acciones
de violencia contra pareja y ex pareja, donde las mayorías las protagonizan los
hombres, que de una u otra manera son apartados de la relación.
Algunos han
planteado, que más que saber estas verdades, el sentido de propiedad y la
licencia de hacer y deshacer del hombre, impregnado desde siglos en nosotros, ha
llevado hasta en lo material con lo que se ha alcanzado o invertido con la
pareja, lo social lo que se puede decir y lo sentimental con la nuestra de amor
y sentimientos demostrados a través de los años de convivencia.
Pero nada de
esto puede llevarnos a la agresión por falta de amor o separación de quien
sentimos lo mejor que Dios nos ha dado, vuelvo y digo “Toco Madera” porque la
mente es traicionera. Tenemos que ponernos de vez en cuando del otra lado de la moneda, aun como van las cosas, con
mujeres cada días más desnuda y que andan negociando su frescura. Nosotros hacemos
o damos muchos más motivos y faltamos más que las mujeres y muchas veces solo
entre reclamos y pleitos se quedan las cosas.
Uno no puede
dejar de entender y hacerse siempre creer que el amor es una locura y el
matrimonio una lotería. Cuando va a llover primero se nubla, si el negocio no
funciona, no dude de mudarse de fritura, que mas para lante hay venta, sea con
masa, huesos o piltrafas.
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