WASHINGTON. - “Cuando tenía 10 años llegó a la parroquia y
comenzó con los tocamientos, a los 11 ya me había violado (...) Destrozó mi
alma y se llevó mi infancia”, explica John Delaney a Efe, una de las víctimas
de los abusos de sacerdotes de la Iglesia católica en EE.UU., desvelados en un
escalofriante informe.
La Corte Suprema de Pensilvania
publicó esta semana un reporte de un gran jurado que documenta 300 supuestos
casos de “sacerdotes depredadores” sexuales en seis de las ocho diócesis del
estado, tras investigar denuncias de abusos de menores, y en el que identifica
a 1.000 menores como víctimas desde 1940.
Delaney, que ahora tiene 48
años, fue uno de ellos.
“Se llevó mi infancia, y eso es
algo que no se puede recuperar. Me convenció de que mis padres sabían lo que
estaba haciendo y lo aprobaban, que era algo que no estaba mal”, agrega en una
entrevista telefónica con Efe al recordar los abusos del cura James Brzyski,
considerado uno de los más brutales de la archidiócesis de Pensilvania.
Los abusos se produjeron en la
década de 1980 en un barrio del noreste de Filadelfia, donde el nuevo párroco
comenzó a reclutar a los monaguillos que le asistirían en la misa.
“Fui uno de los escogidos: a
los 10 años me tocó, a los 11 ya me había violado”, indica.
Delaney dice que su
comportamiento cambió totalmente tras los abusos de Brzyski, quien falleció en
2017 sin ser condenado, ya que pasó de ser un chico tímido y estudioso a ser
violento y faltar a clase constantemente.
“Mis padres me llevaron a este
sacerdote para que me aconsejara. No sabían que justamente me estaban enviando
al depredador”, lamenta aún emocionado.
Como muchas otras víctimas,
Delaney sufrió problemas de alcoholismo y drogadicción en los años posteriores,
y tuvo que abandonar Filadelfia abrumado ante el recuerdo del sacerdote
pederasta.
“Me mudé hace más de 11 años.
Era demasiado. No podía pasar por delante de la iglesia, tenía demasiados
recuerdos. Me era imposible estar en determinados lugares, despertaban
emociones terribles”, subraya.
“Y todavía tengo que lidiar con
ello -añade-, está conmigo todos los días”.
Delaney carga contra la
impunidad generalizada en la Iglesia católica, puesto que al sacerdote “lo
habían trasladado previamente de tres parroquias, con sigilo, pese a que sabían
que abusaba de niños y era un pedófilo confeso”.
“Honestamente, creo que los
seminarios son criaderos de pedófilos. Los pederastas se encuentran en un lugar
seguro dentro de la Iglesia. Tienen acceso a niños, y la gente confía en los
sacerdotes. Los pederastas se esconden tras sus sotanas y saben que la Iglesia
los va a proteger si se meten en problemas”, reflexiona.
“Sabían perfectamente que se
estaba abusando y violando a niños, y no hicieron nada. Las oraciones no
significan nada. Solo se disculpan ahora porque les descubrieron”, denuncia.
Especialmente frustrado se
encuentra con la inacción del papa Francisco: “Tenía esperanzas con este papa,
pensé que iba a actuar. Pero solo he visto palabras, más de lo mismo”.
Por eso, a juicio de Delaney,
lo más doloroso es el encubrimiento, que considera que “es casi peor que el
abuso”.
Como consecuencia de ello, y de
que casi todos los casos son demasiado antiguos como para ser juzgados ya que
son anteriores a 2000, no habrá justicia para las víctimas.
Aunque sigue rezando la misma
oración al irse a dormir, afirma que se ha distanciado del sentimiento
religioso.
“No creo en el Dios que la
Iglesia católica me enseñó a creer. Dios no estaba a mi lado cuando fui
violado. Grité pidiendo ayuda, y no acudió”, zanja.
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