La inquina de José Antonio Reyes Caraballo
POR RAMON ALBERTO LOPEZ Y.
En días pasados me detuve a leer un artículo que publicara en un medio digital de esta ciudad, el abogado y dirigente perredeísta José Antonio Reyes Caraballo. Y me detuve a leerlo porque esperaba un análisis, una respuesta conceptual de la situación social y económica del país en las actuales circunstancias. Claro, desde la perspectiva de un perredeísta, porque era un perredeísta el que lo escribía.
Siempre he creído en el debate de las ideas, en las denuncias del pueblo, en las voces alternativas al oficialismo. Aún a aquellos que se exceden en los medios de comunicación en su derecho a la disensión, a eso los defiendo. Y los defiendo porque hacen falta, hacen el equilibrio necesario para el ejercicio de la democracia.
Cuando leí el artículo “Esto no tiene madre” de la autoría de José Antonio Reyes Caraballo quedé con la sensación y el sabor amargo de que fue escrito, no para debatir, para combatir ideas, no para analizar las condiciones actuales del país, sino para denigrar, para denostar a alguien en particular.
Aunque el doctor Reyes Caraballo no dice el nombre de la persona a quien dirigió su artículo fue muy explícito dando datos como para que el lector supiera a quién se refería. O sea, escribió con alevosía, para combatir a una persona física, no a sus ideas.
Realmente fue de muy mal gusto.
La inquina de Reyes Caraballo en contra de ese comunicador fue tan grande que lo acusó de travestismo y le negó su rol de comunicador, función ésta última que ejerce con extraordinario dominio y que el mundo le reconoce.
El debate que pudo elevar a niveles aceptables lo enterró para dirigirlo al ataque personal.
Leyendo este artículo recordé lo que el Quijote le dijo a su escudero Sancho Panza: Sancho, si los perros nos ladran es porque estamos avanzando.
Tengo la aspiración de que quienes se animan a escribir en los medios de comunicación tengan la serenidad y la ecuanimidad suficientes como para debatir o combatir las ideas sin que se llegue a una práctica propia de los libelos ya superada por el nivel alcanzado por una sociedad civilizada.
Que se combatan las ideas, que no se caiga en lo deleznable.
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