Jose Tomas Perez
La campaña por el 4% para la educacion demostró ser uno de los ejemplos más ilustrativos de lo que es capaz de lograr una sociedad cuando se unifica en torno a lograr metas. Fueron muchos anos de reclamos. Pero sobre todo, el 4% resultó ser la emancipación de una idea que trascendió a los partidos y a las organizaciones y sindicatos tradicionales.
La campaña por el 4% para la educacion demostró ser uno de los ejemplos más ilustrativos de lo que es capaz de lograr una sociedad cuando se unifica en torno a lograr metas. Fueron muchos anos de reclamos. Pero sobre todo, el 4% resultó ser la emancipación de una idea que trascendió a los partidos y a las organizaciones y sindicatos tradicionales.
Ahora tenemos que preguntarnos, ¿4% para qué?
La ejecucion presupuestaria en Educación para el 2011 fue de 39,055 millones de pesos, lo que representó el 1.86% del PIB. De ese total, 18 mil millones se aplicaron al programa de Educación Básica, que agrupa el 66% de la matrícula escolar pública; 3951 millones al de Educación Media, que representa el 21% de los estudiantes y apenas 747 millones de pesos a la Educación Inicial, que cubre solo el 40% del total de niños menores de 6 años que viven en el país.
Si algo llama de inmediato la atención sobre estos números es la insuficiencia presupuestaria y las carencias con que se maneja la educación pública en la República Dominicana. De modo que la lucha por el 4% no sólo se justificaba por estas razones, sino que se correspondía plenamente con los objetivos que, como sociedad sumida en el subdesarrollo, tenemos que alcanzar para los próximos años, si queremos ponernos en sintonía con las metas del milenio.
Según la propia Ley de Educación, la ejecución presupuestaria debe distribuirse de modo que el 80% se aplique para los gastos corrientes y el 20% para los gastos de capital. Para el 2011, sin embargo, el gasto corriente representó el 92% de esta ejecución, mientras que el gasto de capital apenas llegó a un 8%. Está claro que una realidad como la descrita amerita de una recomposición en la relación del gasto, si queremos que el 4% que se le ha asignado a la Educación en el presupuesto del 2013, tenga impacto real en el mejoramiento de la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje. No basta un 4%, ni un 5, ni un 10 si no nos proponemos cambiar la distribución del gasto educativo. México, por ejemplo, destina el 5% del PIB a la educcación, pero dedica el 93% al pago de servicios personales (nómina, prestaciones, seguros, etc.). México, según un estudio reciente, ocupa el último lugar dentro de países de la OCDE en cuanto a expectativas de graduación del bachillerato (47%). México es también el penúltimo país en la OCDE, después de Turquía, con el más alto número de jóvenes de 15 a 29 años que no estudia ni trabaja. Por último, México ocupa el lugar 116 entre 134 países en calidad de la educación, a pesar de ser el 2do país, después de Finlandia, que más incrementos salariales hizo a sus maestros entre 1996 y 2007 y uno de los países que más incentivos salariales le da a ese sector.
Esta reorientación del gasto tiene que empezar por darle la importancia que se merece la Educación Inicial, que es la responsable de que los niños empiecen a desarrollar la capacidad de relacionar conceptos y es la que lo prepara para las tareas de abstracción como son las matemáticas y la lectura comprensiva.
Que sólo un 40% de nuestros niños participen en el sistema preescolar no sólo es muy grave, sino que es también un signo de lo mal que estamos en cuanto al establecimiento de prioridades educativas. En Europa la tasa media de escolaridad de niños entre 3 y 5 años es de 94%. En Bélgica, Dinamarca, Francia y España es de 100%.
Estados Unidos gasta el 4.8% del PIB en educación, Alemania el 4.2%, Brasil el 4.2% y Chile el 3.2%. Sin embargo, en infraestructuras escolares la inversión de esos países va desde un 6.7% en Brasil y Alemania hasta un 11.2 en Estados Unidos. Nuestra inversión en infraestructuras escolares fue de 747.4 millones de pesos en el 2011 (0.02%).
Si bien se reconoce la importancia que para impartir una educación de calidad tiene el que los maestros puedan sostener condiciones de vida decente, también hay que reconocer que otras prioridades aplican para poder sacar la educación pública dominicana del círculo de mediocridades en el que se desenvuelve.
Es correcta la decisión que tomó el gobierno de empezar la ejecución presupuestaria con la construcción de más de 10 mil aulas, debido a que esta acción pondrá al ministerio de Educación en capacidad de expandir la cobertura escolar y al mismo tiempo proveer un espacio decente para que el proceso enseñanza-aprendizaje se produzca con la calidad que todos deseamos.
Sería correcto también que ese presupuesto contemple acciones contundentes hacia la expansión de la cobertura preescolar y hacia la implementación de una metodología de enseñanza que coloque al estudiante como eje central del proceso. Correcto será, también, que iniciemos un efectivo programa de capacitación y evaluación profesoral que permita al maestro convertirse en el garante de la calidad de la educación de nuestros niños. Correctísimo, también que se inicie el proceso de descentralización progresiva de la gestión del sistema escolar, dándole autoridad a los agentes locales, directores, maestros y padres para intervenir en el control de calidad de ese sistema.
Correctísimo sería dedicar más recursos a los politécnicos y a la construcción de los institutos comunitarios, promover un bachillerato que capacite al joven para el trabajo y acabar con los altos índices de deserción escolar, responsables de que menos de un 3% de nuestros estudiantes de secundaria puedar llegar y graduarse en la universidad.
El 4% es la magnífica oportunidad que esperaba el pueblo para que se empiece hacer lo que nunca se ha hecho en la educación pública de la República Dominicana.
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