Manipulación vs Seducción: ¡Aprende a distinguir!
Cualquier vínculo de pareja se construye a partir de la
negociación y aceptación de las diferencias del otro. Por eso, tener la
capacidad de aceptarlas es uno de los pilares fundamentales para construir cualquier
relación.
Siempre habrá situaciones en las que uno tiene que ceder ante la
voluntad del otro, pero es importante tener la capacidad para manifestar la
visión propia y así evitar que el otro imponga siempre su punto de vista.
Ya sea por medio de críticas, comentarios, e incluso
bromas, el tipo de personalidad manipuladora parece querer probarte que estás
equivocado(a) en cada situación cotidiana. Ante estas situaciones, la
primera pregunta que surge es “¿por qué esta persona sigue conmigo?”.
Lo cierto
es que hay personalidades que se alimentan de relaciones basadas en una
dinámica cuyo objetivo, aunque sea de manera inconsciente, es el de perjudicar
la autoestima del otro.
Ahora, la próxima pregunta sería: ¿por qué te dejas
manipular?, ¿cuál es la necesidad de mantener este tipo de relaciones?
Las razones, tanto para el manipulador como para quien se
deja manipular, pueden ser por diferentes causas que tendrán que ver con la
historia de cada uno. Sin embargo, las dos grandes cuestiones sobre las que podemos
reflexionar ante esta realidad son:
-
Si eres la persona manipulada y estás con alguien que te hace eso, ¿por qué
estás con esa persona? ¿Qué ganas con eso?
- Si eres el manipulador y te alimentas de la incomodidad y del sufrimiento ajeno, ¿por qué lo haces? ¿Escondes tu inseguridad atrás de la inseguridad del otro?
¿No valdría la pena cambiar esa forma de funcionar por
otra más interesante? Sugiero que en vez de ocupar lugares tan desgastantes e
ineficientes, todos empecemos a desempeñar papeles más divertidos, como por
ejemplo el de seductor y seducido con conciencia y propósito.
Seducir es encantar, fascinar, conquistar al otro. La
seducción se hace con cariño, deseo, inteligencia y creatividad. Y dejarse
seducir es abrir los ojos hacia lo que es bello. Es reconocer lo que el otro
hace bien, es dejar que nos amen
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