SIN DEPORTACIONES NO
HAY PARAÍSO!
CARLOS J. DÍAZ GÓMEZ
No hay cosa que
moleste e irrite más que una comparación absurda entre las leyes, culturas y
realidades entre un país y otro, pues lo que aplica en uno no necesariamente,
hasta por cuestiones de idiosincrasia se podría aplicar en el otro.
Dichas comparaciones
transnacionales están a la luz del día con el tema de la restructuración social
que nos trae la sentencia del tribunal constitucional. La sentencia 168-13 que
define claramente la dominicanidad, crea por consecuencia un sistema de castas
sociales en la republica dominicana. Los dominicanos, los naturalizados
haitianos criollos, y los ilegales.
El común denominador
de estas tres categorías es que todos nacieron en la Republica Dominicana, pero
mientras a nosotros los Dominicanos nos toca nuestra ciudadanía por nacimiento,
nos sentimos leales a nuestra cultura, historia y bandera, las otras dos
categorías son legalmente segregadas de nosotros por dicha sentencia. Digo
legalmente pues no es un secreto que estas personas viven en una sub-cultura,
que sus costumbres no son las nuestras, y es de entender pues estos haitianos
criollos y sus padres ilegales crecieron en los bateyes de nuestra Republica,
mantuvieron su lenguaje patua, el vudu y su gastronomía, entonces por razones
obvias se puede decir que aunque nacieron en nuestro territorio su lealtad está
dividida o sino mínimamente condicionada.
Es ahí la
importancia de la ley que nos ampara y nos protege, que nos garantiza elegir y
ser elegidos por y como dominicanos. Pero que esta ley sin un brazo fuerte que
la haga cumplir, no es más que un pedazo de papel en una letrina. Es imposible
empezar a hablar de naturalizaciones a estos haitianos criollos sin una acción
fuerte y contundente de deportaciones masivas de estos hermanos haitianos, de
extirpar de cada barrio, pueblo, campo y loma estos canceres de pobreza y foco
de enfermedades.
Hay que entender de
una vez por todas que en todos los países del mundo hacen falta inmigrantes,
pero solo lo que les convenga al país, no cuantos necesiten resolver sus
problemas, eso es asunto de Martelly, o el próximo bailarín de turno del
hermano país. Solamente después de dicha acción y un posterior cierre
herméticamente de nuestra frontera debidamente militarizada se puede empezar a
hablar de naturalización y regularización de estas personas nacidas en nuestro
territorio.
Nuestros amigos
intelectuales nos preguntan: y los Dominicanos que nacen en Estados Unidos, les
gustaría que le hicieran lo mismo? Claro que no, así como los niños de padres
Dominicanos que nacen en Suiza, Japón , España, Alemania, etc… les gustaría ser
ciudadanos de estos países al nacer, pero no lo son, ellos tienen que pasar un
proceso antes de obtener dicha ciudadanía porque así lo manda la ley y punto.
Al que no le guste las leyes de mi país está en su derecho de regresar a su país
de origen o al de sus padres, nosotros les compramos el pasaje.
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