Nos llama vulgares y sin educación - El Playero Digital

domingo, 25 de enero de 2015

Nos llama vulgares y sin educación

Conocí una dominicana que reniega de sus raíces

Por Gheidy de la Cruz
Como inmigrante, alejada de la tierra que me vio nacer, he logrado acercarme más a mis raíces. Me siento tan orgullosa de mi bandera tricolor y de esa lucha de independencia, que tengo que verla todos los días en mi escritorio.

Al igual que en otros lugares de las diáspora, aquí en Puerto Rico se siente rebosante ese patriotismo, y debo confesar que se me enchila la piel al decir con orgullo: “Soy dominicana”, que pertenezco a esa hermosa tierra de “Quisqueya la bella”, bañada por los mares de blanca espuma…
Compartir con miembros de nuestra comunidad, contrario a lo que se pueda hablar de falta de integración y de que podemos andar como “chivos sin ley”, en ese punto no soy tan drástica, entiendo más bien  tenemos una diversidad de pensamiento.
Creo que nuestros hermanos dominicanos buscan orientación en el camino incorrecto y el problema estriba en el liderazgo. Esto es arena de otro costal, que pretendo analizar en otro momento.
Voy al punto. Quiero hacer un planteamiento, y trataré ser bastante objetiva. En Puerto Rico  he socializado con dominicanos de distintos extractos sociales:  millonarios, ricos, clase media y hasta  indigentes.
Son muchas las anécdotas que pudiera contar, algunas vividas en carne propia, y otras narradas por amigos.
Me he encontrado con dominicanos que se avergüenzan de sus orígenes, que lo dicen entre los dientes para que quienes están a su alrededor no lo escuchen.
Recientemente tuve una experiencia con una de esas “estúpidas” (creo que es el epíteto correcto), así le llamo a la gente que se olvida de sus raíces. Si alguien sabe uno mejor, me lo deja saber.
escudo dominicanoFue hace unas semanas, en un encuentro social. Me presentan a una “susodicha fulana” y a su esposo. Compartimos toda la noche. Dentro de la conversación, y siempre me pasa, sale el tema de que soy dominicana.
Me identifican por mi nacionalidad, no necesariamente por el acento, nunca he tenido uno marcado –eso dicen-  ni cuando vivía en Jarabacoa, por allá “Camino al Salto de Jimenoa”, porque mi amor por la lectura en voz alta, me ayudó bastante para no decir “acerte” en vez de aceite o “perne” en vez de peine…
En esta reunión, y luego de casi tres horas, es que uno de los presentes me indica que la “susodicha fulana” era dominicana. Yo, dije: ¿Cómo, en serio? a ella se le pusieron los cachetes rojos, parecía que le salía humo por los oídos, pero la verdad es que creo se le pusieron medio morados, pues es una morena, de color bien acentuado y pelo hasta con desrizado (nada personal con esta descripción, no mido a la persona por apariencia).
Yo le indico que me daba mucho gusto conocer una compatriota, pero me inquietó que no lo destacara.
Su esposo –puertorriqueño- la molestó con un comentario de que a ella no le gustaba que le dijeran dominicana e incluso a sus hijos, nacidos en este país.
Su justificación me pareció estúpida, desproporcionar, insultante: dijo que había venido a vivir a Puerto Rico cuando tenía 10 años de edad, junto a su madre y su padrastro.
Que ella tenía más de 40 años, que ama a Puerto Rico –pero, perdón, yo también respeto y adoro esta tierra donde nació mi hijo-  y se considera una verdadera boricua, además de que los dominicanos “son muy vulgares…hablan tan feo, mal educados…”
Ay, ay, ay…ya era yo la que botaba humo por los oídos.  “Abrase visto cuanta falta de respeto!.”
Me dijo que sus hijos nacieron en Puerto Rico y que nunca les habla de la República Dominicana y que no quería que los discriminaran porque ellos son “boricuas”.
Le pregunté si tenía familiares todavía en el país, y me dijo que dos hermanos de padre “que viven en una zona que no recuerdo… pero creo es algo así como Herrera”.
Diablos!!! Yo estaba que me pinchaban. Quienes me conocían  no se atrevían interrumpir la conversación, sabían que algo podía pasar; algunos reían, y hablaban de lo “buena que son las dominicanas”, pero a mi esos chistecitos no me desenfocaban.
“Oh, pero cual era la vaina”.
Debo decir que le agradezco a Dios este don de la paciencia, pues como periodista la he aplicado a lo largo de mi carrera, sobre todo cuando tengo que entrevistar delincuentes involucrados en hechos de sangre, pero reconociendo que mi papel en ese momento es  informar, no juzgar.
En este caso estaba frente a una “asesina” de mi patria, de una mujer despiadada que no valoraba el ahínco de nuestros próceres, estaba frente a una “pendeja” que no valoraba la tierra que la vio nacer.
Dios Santo!!! De verdad que como siempre digo: hay que orar, claro sí.
Para no dejarlos sin el desenlace de esta historia real,  debo decir que la puse como “chupete”, con altura, educación, como somos los dominicanos, resaltando algunos de nuestros valores históricos y la solidaridad que nos identifica como dominicanos.
A mis comentarios se unieron  otros valiosos puertorriqueños, respetuosos de nuestra  cultura. El esposo de la “susodicha” se disculpó y me dijo: “no le hagas caso, mi mujer es una loca”…
Bueno, un marido que pida disculpa de esa manera,  diciendo que su esposa con la que tiene dos hijos  “es una loca”…me pone realmente a pensar.
Yo levanto mi bandera con orgullo!!! y a ese tipo de personas las espero en la bajadita…

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