“Los padres siempre mienten, dizque los quieren a todos
igual”
SANTO DOMINGO.- “Los padres siempre mienten”, le
comentaba a sus amigas una hija que sospecha que su madre tiene preferencia por
su hermana mayor. “Dizque los quieren a todos igual sin embargo los oyes decir:
‘Mi hija es tan aplicada, no como la chiquita, esa no tiene arreglo’ ”.
Su postura es similar a la de lectores de Diario Libre
a quienes se les preguntó en Facebook si consideran que se podía querer a un
hijo más que a otro.
“Los padres nunca lo reconocen, pero el 99 % tiene un
hijo amado (...) Muchos hermanos crecen prácticamente odiándose por culpa de
los locos papás que quieren un hijo y procrean varios para darles amor a uno”,
opinó una seguidora que se identificó como una hija. Su comentario generó un
debate a favor y en contra.
Una madre de dos le respondió: “No se quiere a uno más
que a otro, lo que pasa es que las madres tratamos a nuestros pequeños de
acuerdo a su personalidad”. Otra comentó: “Tengo cuatro: tres de mis entrañas y
una adoptada. Los amo por igual. Hay uno que es más cariñoso y besuqueador, y a
veces piensan que lo quiero más a él, pero no, los amo a los cuatro por igual”.
¿Qué opina un estudioso de la conducta?
“Hay hijos que así lo sienten pero eso no significa
que así sea”, es lo primero que señala César Castellanos, un sicólogo con un
doctorado en neurociencia cognitiva.
Para sostener su opinión dice que el tema de la
cantidad de afecto que pueda haber en una madre por un hijo respecto a otro
está mucho más asociado a los eventos que ocurren después del nacimiento.
Explica que hay un proceso natural biológicamente y hormonalmente programado y
es el apego emocional que se inicia en el momento del parto.
“Como la mamá está llena del oxitocina producto del
trabajo de parto, cuando le muestran al bebé genera un vínculo único que se da
por ese nivel de interacción hormonal que hay en el bebé y hay en ella. Ahí
comienza un proceso que se va a sostener con la lactancia sobre todo”, dice.
El doctor observa que el hecho de que una madre tenga
tres hijos no significa que posea el mismo vínculo con el trío porque las
condiciones en que se dio la crianza de cada uno es distinta. “Tres hermanos de
una misma mamá nunca tuvieron una misma mamá, porque esa mamá es distinta cada
vez, y por tanto el vínculo con cada uno es distinto”, afirma.
Para explicar mejor lo anterior analiza que con el
primer hijo la madre quizás se levantaba cada cinco minutos para ver si
respiraba o no sabía que un cólico era un cólico y se angustiaba. “Con el
segundo hijo mamá sabe lo que es un cólico, mamá sabe que el muchachito no se
va a morir porque está durmiendo solo, entonces mamá está más relajada,
entonces el bebé tiene menos cercanía con mamá, lo cual no necesariamente es
malo, le da más autonomía”, dice.
“Tres hermanos de una
misma mamá nunca tuvieron una misma mamá, porque esa mamá es distinta cada vez,
y por tanto el vínculo con cada uno es distinto”.
Cuando llega un tercer hijo, la madre es más
experimentada. “Si al primero le daban la comida en la boca, al segundo lo
enseñaron a comer con el plato, el tercero va y pone el plato en el fregadero,
solo”, comenta.
Al preguntarle al doctor, si los hijos son grandes,
cómo uno llega a pensar que la mamá quiere más a otro, responde: “Porque eso se
dio desde el principio y eso establece una base hasta la adultez porque eso que
se generó ahí, ese estilo de apego predice mucho cómo voy a ser yo incluso en
la elección de pareja”.
Un estudio de la Universidad de California-Davis,
realizado con 384 parejas de hermanos adolescentes, determinó que el orden de
nacimiento se asoció significativamente con la autoestima y la percepción del
tratamiento diferencial materno y paterno. Se observó un efecto consistente del
tratamiento diferencial en la percepción de parcialidad para los hermanos
nacidos antes, pero no los nacidos más tarde.
Al detallar más datos del estudio, la revista Muy
Interesante indica que el 70 % de las madres y el 74 % de los padres que
participaron admitieron que preferían a uno de sus hijos. Al preguntarle a
hermanos adolescentes sobre el trato de sus padres, observaron que los hijos
menores y los medianos percibían que había favoritismo por el hijo mayor.
El doctor Castellanos sostiene que esto puede pasar
porque con el primer hijo se tienen muchos miedos y hay muchas necesidades de
cuidado, y esto genera un vínculo que hace que el primero crezca con una
percepción de responsabilidad muy grande. “Los hijos mayores tienden a ser
altamente responsables, los hijos menores tienden a ser más divertidos, menos
responsables pero más agradables, los mayores son más responsables pero más
aburridos también”, dice.
¿Tiene consecuencias un sentimiento de predilección?
Sadis Valencio, especialista en relaciones familiares
y docente universitaria, indica que los sentimientos de una madre por un hijo
dependen de varios factores: situaciones en las que nació, si es un hijo
esperado o no, si tiene rasgos de alguien a quien la madre quiere o lo
contrario, si es inteligente, si la pareja estaba lista para la crianza, si es
un hijo con necesidades educativas diferentes o si estas características para
la madre son defectos o más bien, una oportunidad de superarse a ella misma.
Cuando un hijo percibe predilección materna por otro
esto puede generar disyuntivas familiares, observa Valencio.
“En el sistema familiar la lucha de los hijos consiste
en ganar el afecto y admiración de los padres; si este es otorgado a uno en
particular, traerá conflicto en las relaciones fraternas, dando como resultado
la conjunción del ‘Complejo de Caín’, término utilizado por primera vez por el
psicólogo francés Charles Baudouin, el cual se caracteriza por los celos
enfermizos y sentimientos de ira reprimidos hacia la figura paterna desplazados
hacia el hermano que puede percibirse como predilecto”.
Si una madre entiende que muestra predilección por un
hijo, Valencio le recomienda que establezca conscientemente las razones por las
que ama a sus hijos de forma singular y evite hacer comparaciones entre ellos
ya que podría llevarles a un desgaste emocional.
Sugiere establecer tiempo de calidad para dedicarle a
cada hijo individualmente y permitir resolver los conflictos de hermanos entre
ellos, dando pautas, si es necesario, de lo más sano en cada discusión.
Para concluir, exhorta: “Dar amor a través de las
caricias y el contacto físico, sin buscar que los otros hijos se sientan
desentendidos y celosos”.
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