Al manifestarle
los investigadores fiscales al acusado sobre lo que ellos habían encontrado, más
de 8 horas después de interrogatorio, y por lo cual lo dejaban en libertad,
este se riega exigiéndoles a las autoridades por lo menos que lo llevaran hasta
su trabajo, de donde lo habían sacaron esposado y le digan a sus amigos,
empleados y clientes que se trató de un chantaje en su contra o que le dieran
una certificación, algo que lo haba probar que nada tuvo que ver en lo que se
le acusaba. Negándose en el acto los fiscales hacerle tal pedido
este le ruega, le pide que por favor le dediquen 10 minutos de su tiempo porque
él le había dado 8 horas del suyo.
Al escucharlo
el acusado les narro a los fiscales que un inquilino´, el cual tenía su mama´ en
un apartamento que rentaba, fue apresado por la policía antinarcótico en las
calles distribuyendo drogas y la llamaron
para realizar un allanamiento en el apartamento donde vivia para ver si este tenia algún tipo de drogas allí porque el mismo se negaba a decirle como se suministraba las que les habían encontrado encima, por cual necesitaban las
llaves para realizarlo. Días después, narra el acusado, cuando su mama´ va al
apartamento, pensando que todo estaba destruido, encontró que todos los muebles
estaban mejor que antes. Todo fue arreglado, aforrado y pintado por la policía que
realizo la pesquisa. Y él le pregunta: Y ahora quien me arregla los muebles? Quien
carajo pondrá mi moral en el sitio que estaba?
Esta interesante
serie, fuera del Pan y el Circo, se refleja en muchos sistemas judiciales. Nadie,
pero nadie componen la moral de un individuo cuando es falsamente acusado o probablemente
acusado de un delito. Peor aún, cuando es apresado y esposado delante de los
suyos (hijos, familiares, amigos o conocidos). Porque siendo dejado en libertad,
probándose que dicha acusación es una falsa para ganar aplausos, ya la condena de
la termita social te sepultan y no hay manera de arreglar los muebles.
HIDALGO ROCHA REYES
abogado/comunicador
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