En días pasados, mientras esperaba en la interminable fila
interna de un banco local, en cual tengo ciertas preferencias para acceder a lo
interno por mis actividades comerciales, entre cruces de brazos, observe hacia
afuera un señor mayor, de no tan avanzada edad, pero tratado por la vida, que
ya casi le tocaba entrar a lo interno de banco y me pregunte: ¿Por que ya no lo
dejan entrar? Porque al llegar, yo que ya tenía casi una hora dentro, lo vi
recostado en la pared afuera medio cansado.
Pero seguí bailoteando en mi fila y observando la gente y al
único cajero de seis disponible para los que allí estamos, y entre todos, con
envidia de cerdos, a un joven que casi ya iba a hacer atendido, que se distraía
con otra cliente, él relajadamente bien vestido y con su carnet de la
institución que labora, pues sobre pasa su ánimo al de los demás quizás por su
agonía casi iba a finalizar.
Tras interminables minutos, y sabiendo yo que todos los de
la fila miramos alguna vez hacia fuera y vimos los rostros caído del cansancio
y del hambre del mediodía de los que esperaban tomar nuestros turnos, atienden
a joven y el señor mayor de la fila de afuera logra entrar, como cronometrada
la ida y la venida de los que nos va a pasar. Al señor lo envía a pasar solo su
cedula por lo de la pensión y por su edad y al ir a buscar donde sentarse
escucho que llama al joven que casi se va. Pummm!!! Y empieza la novela.
Ohh! Como estas? Veo decir al joven mientras hace gesto de
conducir el señor hacia unos muebles desocupados donde solo hay un señor
ocupando uno de ellos, y allí, en vez de sentarse con quien conducía, va
directo donde el señor con quien entabla una amena conversación fuera del alcance
de quien busca con que distraerse una fila interminable. Poco rato después
escucho preguntarle el señor al joven: “Y el señor es tu Papa´?” Y este le contesta: “No………Bueeeno
prácticamente si, él fue que me crio. “ A lo que el señor con voz de trueno
interrumpio: “Mentiras, él es mi hijo. Yo soy su Papa´. Lo que pasa es como yo
no tengo na´, por eso él me niega.”
Al instante yo no sé dónde fue aparar el joven, no solo por la mirada del señor con quien conversaba y que aun permanecía a su lado, sino por la mía y de algunas otras personas que como yo escuchamos la conversación, solo sé que su mueble se hundía, su sonrisa se apagó y para cada lado que miro encontró miradas fijas. Nadie murmuro ni dijo esta boca es mía, porque no había a quien decírselo, el viejo enterró al hijo.
Al Salir no se quien necesitaba de quien, ni si el viejo era el hijo o el
hijo el viejo, ambas piernas se parecían por las miradas que recibían.
Hidalgo Rocha Reyes
Abogado/comunicador
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