República Dominicana: cifras bonitas, bolsillos vacíos - El Playero Digital

lunes, 14 de julio de 2025

República Dominicana: cifras bonitas, bolsillos vacíos

 Alberto Pelaez 

A veces uno se sienta en una esquina, ve pasar la guagua, escucha el cuento de un vecino y entiende de golpe por qué este país sigue tropezando con la misma piedra. Hoy República Dominicana presume de un crecimiento económico envidiable en la región, un PIB que supuestamente brilla y unas reservas internacionales que parecen de museo. Pero el dominicano de a pie —el que hace malabares para pagar la compra, el alquiler, la gasolina y hasta la propina— sabe que la realidad no cabe en ningún PowerPoint del Palacio.

Los precios de los alimentos, lejos de bajar, siguen subiendo a ritmo de feria: arroz, aceite, pollo… cada día un susto distinto. Los alquileres se han convertido en un lujo; jóvenes con sueldos de miseria y familias completas viven amontonadas porque ya ni soñar con una casa propia se puede. A esto se le suma un combustible caro y volátil que arrastra todo lo demás: transporte, comida, productos básicos… Todo más caro, menos el salario.

Hablemos de salud y educación: ¿dónde está la famosa inversión? Se llenaron la boca prometiendo calidad y cobertura, pero cuando uno visita un hospital público o una escuela rural, lo que encuentra es falta de personal, déficit de insumos y aulas que se caen a pedazos. Lo mismo pasa con el 911, que se promociona como la salvación, pero se ha convertido en una ruleta rusa: si llega, bien; si no, a rezar.

Mientras tanto, la inseguridad crece como yerba mala. Asaltos, atracos, violencia en las calles y accidentes de tránsito que matan miles de personas cada año. Y no hay políticas claras para enfrentar esto de raíz: se sigue parchando con bonos, anuncios y fotos para la prensa.

El transporte público es otro retrato de nuestra desorganización: conchos viejos, rutas improvisadas, el Metro que funciona, pero vive abarrotado y sin mantenimiento real. ¿Y la inversión en infraestructura en las provincias? Bien, gracias. Todo concentrado en la capital para tomarse la foto mientras el interior se hunde en carreteras destrozadas, puentes a medio hacer y comunidades olvidadas.

Miremos atrás. Sí, los gobiernos del PLD cometieron errores. ¿Y quién no? Donde hay humanos es normal que alguno se desvíe. Lo importante es que, a pesar de eso, se construyó: se hicieron escuelas, hospitales, carreteras, el Metro, el Teleférico. Se apostó por obras que, con todos sus defectos, siguen sirviendo hoy. En cambio, este gobierno se ha dedicado a endeudar más al país sin que la gente vea en qué se traduce esa deuda. Porque crecer sin repartir bienestar no es crecimiento: es una burla.

No basta con estadísticas bonitas para convencer a una familia que se acuesta con hambre, a un joven que no encuentra trabajo digno o a un padre que no sabe si mandar a su hijo a una escuela pública o ponerle un candado en la puerta. La esperanza no puede ser solo una palabra de campaña: tiene que sentirse en la calle, en la mesa, en el bolsillo.

Este gobierno de Abinader todavía tiene la oportunidad de corregir, de pensar más allá del marketing y poner el oído en la gente. Pero para eso necesita voluntad, honestidad y algo que en la política escasea: empatía real. De lo contrario, la historia lo pondrá en la vitrina de los que tuvieron todo para hacer mucho, pero se quedaron en titulares.

La patria no se construye con cifras, sino con gente que viva bien.

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