Desde la niñez se consume pan con frecuencia y la leche con café azucarados. En el recreo escolar se come harina azucarada, dulce o líquido azucarado.
En el almuerzo familiar la costumbre es el arroz, spaguetis, plátano, carne y ensalada.
En la merienda o postre la pasta de dulce, guineo maduro o refresco dulce. Se incluye el café negro con su porción de azucar.
Al ninño se le ofrece su agua de azúcar para un suenño placentero.
En el ingenio azucarero se come caña, guarapo y melaza.
En la cena viene el arroz con leche, avena y harina de trigo con su importante cantidad de azucar.
La persona es aficionada a consumír los diferentes tipos de dulce que se venden en la calle: Pan de batata, chacá, helados, preparados de yuca, habichuela con dulce y otros.
En los paseos el plato preferido es pan con spaguetis.
En el tiempo vamos desarrollando un paladar diabético, una marcada preferencia por los azúcares. Lo demaás es amargo.
Todos estos productos que consumen las personas son nutrientes y fuentes de energía que permiten realizar las actividades normales de trabajo, deporte y movimiento.
La mayoría de estos comestibles son carbohidratos o hidratos de carbono o un alto contenido de ellos.
La juventud en su largo trayecto de vida tiene la oportunidad de procesar o quemar estos alimentos y mantener buena salud. Son las calorias requeridas para las tareas del día.
Los adultos mayores reducen el ejercicio o movimiento y entran en vida sedentaria que le permiten acumular glucosa en la sangre que con el tiempo viene la diabetes que se convierte en compañera inseparable por el resto de vida.
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